domingo, 16 de octubre de 2011

El mundo y yo te queremos de veras...

De chica nunca me sentí distinta en el día de la madre. Siempre hice los dibujitos, la cajita de fósforo decorada con brillantina, el posapava en hilo sisal con la misma dedicación, torpeza, mal gusto y alegría que el resto. Claro, tenía a quién dárselo y que dijera un fingido Qué lindooo! Esa es Pocha, mi abuela paterna, quien lo aceptaba como de compromiso, a sabiendas que no era la legítima dueña de semejante porquería; de la misma manera que a regañadientes aceptaba que la llamáramos mamá. Ella siempre sintió que no le correspondía ese nombre, pero sí sabía que ocupaba ese lugar, que tenía esa obligación, que era su responsabilidad, debía hacerlo porque, María Victoria, mi mamá, así se lo había pedido en el que me imagino, sería el momento más difícil de su vida, dejar a sus hijas, por prevención, por seguridad, por cuidado, por convicción, por ideología, pero básicamente; por miedo...


Ojo, que la porquería de plásticas yo se la entregaba a mi abuela con sincera alegría pero a sabiendas que ella era algo así como "la mamá suplente". Siempre lo supe y aún así siempre la llamé mamá, aún hoy lo hago, pero un poco menos.


Fue al final de mi adolescencia que me conecté con mi mamá, y quise conocer más, no la historia,los hechos, porque hasta donde se supo, ya lo sabía. Necesité conocer a la niña, la mujer, la hija, la esposa la madre que había sido. Y había poco dónde buscar, muy poco, porque no quedó nada,ni su ropa, sus libros, mis juguetes, nuestras fotos, nada...Y para eso fui a su ciudad de nacimiento allá por el Alto Valle del Río Negro y supe todo lo que pudieron contarme mi otra abuela, mis tías, sus compañeras de colegio, los sacerdotes, sus maestras... en fin, en cada rincón de la ciudad (y aledaños) había alguien que la conocía y que quería conocerme y contarme su recuerdo de María Victoria, y no dejaban de mirarme y observarme como si fuera su fantasma, tratando de encontrar un parecido, un rasgo, un gesto de esa chica de 18 años que se había ido de Roca y que nunca había vuelto, en mí...


 Temo haberlos desilusionado, no soy yo ni tan petisa, ni tan flaquita, ni tan de ojos verdes, ni tan idealista, ni tan corajuda como era ella. Sólo remarcaban mi sonrisa y esas pecas que me salen al sol como rasgos distintivos y probatorios de heredera legítima.


Me traje muchos recuerdos ajenos, escuché a todos los que quisieron hablarme, que fueron muchos, consolé a varios que aún se emocionan al recordarla, polemicé con aquellos que cuestionaron mi poco compromiso con los ideales de mis padres, conocí sus lugares, su cama, su plaza, su escuela...pero ahí tampoco estaba ella.


Hasta que pude dar casi de casualidad, en un viejo arcón de madera, con un verdadero "Tesoro". Dos libros. Uno es su novela romántica preferida, de la colección Robin Hood, esa amarilla que todos seguro leímos alguna vez, era Jane Eyre, y tenerlo y leerlo me unió a ella en las tardes calurosas y soñadoras.
El otro, es un libro de poemas que lo tuvo hasta casi último momento, ese que tiene las únicas palabras escritas por ella que tengo, que me permitió conocer tanto su caligrafía como su manera de pensar en ese tiempo. Un libro bellísimo, Poemas de Otros de Mario Benedetti. 

Tardé un tiempo en leerlo,a esa altura ya había leído casi la obra completa de ese autor unos años antes, por ende los poemas los conocía, me bastaba con tenerlo y saber que había sido de ella. Pero un día decidí leerlo y para mi sorpresa, encontré tres poemas, sólo tres de los tantos del libro, marcados, sutilmente, con una pequeña cruz en birome azul.
Eran sus palabras, su mensaje,  esa explicación que necesitaba que ella me de, como si se estuviera excusando, como si se estuviera justificando desde antes temiendo y previendo un final terrible y anunciado. Por qué no había estado para verme crecer, para llevarme al colegio, para recibir las porquerías de hilo sisal que yo con  tanto  esmero y poco resultado había hecho año tras año.
 En palabras de otro, ella dijo:
"...Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
....Por eso que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos
vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio...
Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer 
lo que no quiere..."

(Sólo escribo parte de uno de esos poemas, son duros, un poco crueles, pero tienen mucho de la realidad que iba a pasar un tiempito después)
.
No sé si me bastaron esas palabras, no responden todas mis preguntas, ni me alivian la angustia, ni me hacen necesitarla menos, pero son de Ella.

Hoy yo soy madre, hoy yo soy mujer, más mujer y más madre que lo que ella fue. 

Más madre porque por elección y por suerte, yo pude ver a mis hijos dar sus primeros pasos, comenzar a hablar, elegir su colegio, ayudarlos con las tareas, enojarme y ponerlos en penitencia, jugar tirados en el piso, arriba de la cama, a la hora del baño, equivocarme y compensarlos con miles de besos y abrazos, porque eso a mis hijos no les faltará nunca, los besos, abrazos y cosquillas son para mí parte de su "alimentación",  soy más mamá porque ellos pueden pronunciar esa palabra entre risas, o a los gritos, entre llantos o medios dormidos y yo siempre siempre estoy para contestarles "qué pasa, mi amor?"

Más mujer sólo por haber vivido más, ella sólo tenía 21 años cuando me tuvo y 22 cuando la perdí (sí, literalmente la perdí, como quién pierde un botón o una carta y nunca vuelve a aparecer...) Yo ya tengo 33 pero seguramente en estos 33 años nunca afronté las situaciones que ella afrontó, nunca tuve que hacer sus elecciones, nunca desafíe de tal manera el orden establecido, nunca creí en algo tanto como para dejar mi vida en ello, nunca tuve tanto coraje y convicción (seguramente tuvo bastante estupidez también, pero como de eso sí tengo y como es su día, no voy hoy a criticarla...) No sé si en su lugar hubiese elegido o hecho lo mismo, creo que no, pero hoy es otro mundo y otra historia...  

De ella me quedan la mitad de su nombre (soy sólo Victoria, aunque pensaban ponerme Justa Victoria, muy idealista y de la época, por suerte se arrepintieron) y también tengo algo de su sonrisa, y sus pecas cuando estoy al sol,  y su novela de amor favorita y su libro de poemas, y en él un te quiero que no puedo escuchar porque no recuerdo su voz, pero sí puedo leer al comienzo del libro escrito con su letra,  que me dice:

"....el mundo y yo te queremos de veras,
pero yo siempre un poquito más que el mundo"

FELIZ DÍA MAMÁ

(Otro día deberé escribir "Todo sobre Pochita" que no tiene desperdicio y además es la persona que me permitió ser. Todo lo mucho o poco de bueno que hay en mí se lo debo a ella, que hoy, con 82 años, me sigue enseñando a vivir, me sigue desafiando, me ayuda a criar a mis hijos y me sigue retando como una madre aunque aún le cueste aceptar que la llame así. Marche otro feliz día para ella!)