domingo, 17 de junio de 2012

Sobre mi papá

Nunca le dediqué demasiadas palabras a mi padre. Será la identificación femenina en mí, que una vez adulta,   siempre necesité conectarme más con mi mamá, con su ser mujer, con su ser madre.
Pero sí es cierto que siempre fue el día del padre un momento más complicado para mí que el día de la madre. Al menos hasta que yo "hice padre" a alguien y ese día cobró más sentido.
Antes no, y es que antes no había nadie a quién entregar el portalápiz hecho con palitos de helados pintados de manera espantosa con témperas que hacíamos en actividades prácticas (ya conté en este blog como ese tipo de porquerías dedicadas a la madre sí tenían destinatario).
Me crié en un matriarcado, en una casa de mujeres, todas distintas, todas fuertes, donde mi abuela era mi mamá que me exigía un 10 si me sacaba un 9  por eso de "sé que vos podes", mi tía abuela era la abuela que me consentía y hacía papas fritas a las tres de la tarde, mi tía, una especie de hermana mayor que en tiempos de salud me mostraba los mundos de fantasías de Tolkien, Antoine de Saint-Exupéry, me cantaba en francés y me llevaba al teatro, y en tiempos de poca salud (física y psíquica) me mostraba que la vida de los adultos era bastante más compleja que en esos mundos imaginarios, y por último estaba mi hermana, mi amiga, mi ángel guardián, mi vara moral en muchos aspectos, tan distintas, tan parecidas, tan unidas siempre, hasta hoy, hasta la eternidad.
 Hubo un abuelo, de esos abuelos de cuento, gordo, con barba, pelado, que fumaba cigarrillos para morir y habanos y pipa por placer, usaba trajes impecables blancos de lino y camisa de poplín en verano y sobretodo de alpaca y chambergo en invierno. Ese que me llevaba a hacer las compras y pasaba sí o sí y "sin querer" por la juguetería a comprarme el último Pequeño Pony o la carretilla verdulería de los Pin y Pon gastando lo que no podía gastar, el que me llevaba al cine Los Angeles a ver tres películas de Disney seguidas con latas de almendras bañadas en chocolate y luego a comer al Palacio de la Papa Frita... Ese abuelo que me enseñó a gritar los goles de River y que muy enfermo se levantaba a ver los partidos de la Libertadores '86 con un cigarrillo, un vaso de anís El Mono y a mí en sus rodillas (es por él que aún prefiero mirar los partidos en la tele sin volumen y escuchar el relato por radio y es por él que me sigue gustando el anís, porque sí, siempre me dejaba "mojarme los labios" de su vaso). Hubo un abuelo, pero enfermó feo y rápido y tardó mucho en morir pero era cada vez menos él, y mucho menos una figura masculina en el hogar...
Bueno, es así que crecí sin imagen masculina, pero eso es para discutir en terapia y allí trabajar mi relación con mi esposo y mis hijos, varones los dos.
Hoy, siendo el día del padre, quiero hablar de mi viejo
Pero mucho no puedo decir de él.
Mucho no sé.
Puedo decir que era rosarino, asmático y se llamaba Ernesto (No, no soy hija del Che, pero qué cínicas coincidencias... o eran acaso un designio del destino esas tres características?)
Puedo decir que era un hombre de fe, de creencias firmes, de ideas.
Puedo decir que,a pesar de lo anterior, estudiaba derecho (es un chiste, es que soy de una familia llena de hombres de ley, abogados, jueces, fiscales y demás, por eso sabemos que  "serás lo que debas ser o serás abogado")
Puedo decir que era hincha fanático del Club Atlético River Plate (las famosa frase del Tano Passman puteando a su padre por hacerlo de River aún me hace reir)
Puedo decir que llamaba Petisa a mi vieja y me decía Ugy a mí (por algo que decía mi hermana 11 meses mayor en el momento en que  yo iba a nacer)
Puedo decir que era un buen hijo y un muy buen hermano que cuidaba a su hermana enferma y le llevaba a la casa los amigos, la música, el baile y parte del mundo y la alegría que ella no podía salir a buscar.
Puedo decir que le gustaba tomar el helado de chocolate amargo arriba y limón abajo (como a mí)
Puedo decir dos o tres cosas más, pero no mucho más.
Lo que sí podría, en vez de hablar de mi viejo, sería hablar CON mi viejo... Y ahí aparecen mil y unas preguntas.
Le preguntaría Cuándo? Cómo? Dónde?  Y principalmente Por qué?
Le preguntaría cuál es la realidad, esa que queda entre esa "Juventud maravillosa" que dicen unos y esos "Guerrilleros de mierda" que dicen otros, porque, sacando las ideologías del medio, todos sabemos que ambas son mentiras, o ambas son verdades, pero que la realidad no es mentira ni verdad, es simplemente eso que quedó en el medio (más allá o más acá, la realidad siempre está en el medio).
Le preguntaría de qué se arrepiente y de qué no.
Le preguntaría si entiende que no estoy de acuerdo con sus decisiones, que no las entiendo, que no las comparto, pero que obviamente, y justamente por lo mismo, no acepto ni justifico lo que  pasó después.
Le preguntaría si quiere jugar con sus nietos, con el más grande que me pregunta por él y yo no sé cómo contarle  tamaña historia, y el más chico, que con sus orejas salidas y su nariz chiquitita me recuerda a él.
Muchas cosas le preguntaría, pero en definitiva, lo que más quisiera saber es qué se siente, cómo es ser una nena de papá.
Te dejo una de tus canciones favoritas, y por eso una de las mías,
Feliz día, viejo.




jueves, 15 de marzo de 2012

Una noche para recordar

Era sábado y había varios planes. El que a ella le importaba se pospuso para más tarde, así que decidió ir un rato a esa fiesta de cumpleaños a la que la habían invitado, quedaba cerca y aunque hacía poco que la conocía, la cumpleañera le caía bien.
El atuendo elegido fue pensado para la salida pospuesta, mejor dicho, para el acompañante que pasaría a buscarla después de medianoche. Se acercaba el otoño, era una noche plácida, pero fresca. Pantalón con buena caída y camisa ajustada abotonada hasta ese punto exacto en que no se pierde la elegancia y sí se invita a la curiosidad.  Tacos altos. Todo negro. El pelo larguísimo y oscuro, recogido. Ojos bien delineados, pestañas bien marcadas con rimmel, perfume y nada más.
Llegó, saludó a los anfitriones, vio que había mucha gente, y aunque nunca fue tímida, optó por servirse una cerveza y salir al balcón, más fresco y menos concurrido.
Allí había un conocido, de esos que empiezan a perfilarse como amigos que lo seguirán siendo. Lo saludó con un beso y al llegar a quien estaba sentado al lado, se frenó, lo miró, se dio cuenta que no lo conocía, hizo un gesto como diciendo; qué importa, y le dijo "Hola"; le dio un beso y se sentó Era un tipo que se notaba bastante más grande que el promedio del resto de los presentes. Más serio al vestir, y al hablar, pero con una sonrisa franca y algo de infantil en la mirada. Como esos hombres grandes que siguen mirando dibujitos animados con la merienda.
Rápidamente la charla transcurrió entre cosas del momento hasta centrarse en ella, que esa semana había empezado su primer año real de facultad, luego de cursar un brillante (y recontra divertido) CBC.
(Ah... no lo dije aún? 19 años tenía ella).
-Qué cursas? preguntó él.
-Matemática, Química Inorgánica y Anatomía
-Ahh anatomía! Y trabajan con cuerpos de verdad?
-Sí, con material cadavérico...
Y a partir de ahí, el futuro amigo, y ese otro invitado se dedicaron a hacer bromas y chistes, obvios, bobos, pero divertidos sobre el uso que ella le daría al "material cadavérico" y otras tonterías más...
 Y ella reía, porque disfrutaba del humor negro, y disfrutaba ser el centro de esa conversación. Y también sentía que era el centro de la mirada de uno de los presentes, ese que al rato confesó que estaba en el cumpleaños de colado, que no conocía a los dueños de casa ni a la cumpleañera. El tipo más grande, pero súper divertido, al que le permitió que le hiciera mil chistes sobre ella porque la confianza fluyó y fue natural desde el primer momento.
La charla continuó y se diversificó, hasta que decidieron entrar. El se sentó en un sillón, desde donde podía verla charlar con las chicas en la cocina.
En un momento, ella soltó su cabello, y cuando estaba por anudarlo y recojerlo nuevamente, levantó la vista y se cruzó con la mirada de él que, desde el otro lado del pasillo, le hacía señas para que no lo haga, para que lo deje suelto. (Qué atrevido! Recién se conocían y pretendía que le hiciera caso a un pedido suyo!)
Se sonrojó, pero su sonrisa maliciosa y sus ojos, le dijeron todo. Lentamente, y a sabiendas que en cada movimiento estaba transmitiendo un mensaje, volvió a atar su cabello en un alto rodete que le decía: "No, no  te voy a dar el gusto". (Aún)
La medianoche ya había pasado, y a ella la esperaba quien sí era merecedor de dejarla con el pelo suelto y revuelto. Saludó sonriente a los presentes, bromearon juntos una vez más y se fue.
A partir de esa noche, él apareció seguido en lugares y grupos que ella frecuentaba, consiguió su número de teléfono sin pedírselo, la sorprendió con llamadas oportunas y divertidas, compartieron charlas serias y de las otras, se hizo varias veces el desorientado y dio mil vueltas en el auto para ser a ella a quién siempre dejaba última en las salidas de amigos, se esmeró en escucharla, conocerla, darse a conocer, la abrazó en momentos exactos. Le llevó su tiempo, pero lo consiguió...
A partir de esa noche, hace hoy, 15 de Marzo del 2012, exactamente 15 años, entre ellos hay charlas, gritos, besos, amor, peleas, sacrificios, caricias, broncas, pasión, disculpas, abrazos, proyectos, viajes, llantos, amigos, desencuentros, reencuentros, mimos, puteadas... 
Y risas, siempre hubo risas.
Y con todo eso formaron lo mejor que les podía pasar: un Hogar (sí, así, con mayúscula, porque viene del sustantivo Familia), construyeron un Hogar que empezó siendo para dos y ya somos cuatro.
Eso sí, cuando recordamos esa noche, él se hace el superado y para pelearme, niega todo, aunque un día, viendo una peli, me dijo:
-Eso me pasó a mí.
-Qué cosa? dije yo
-Eso mismo que le pasa a René Zehwelgfzgjehtzzzerr... You had me at hello.
Y yo, obviamente, sonreí.









sábado, 21 de enero de 2012

Del pasado hasta mí

Que me faltan páginas en mi historia, ya lo dije. 
Que hay vacíos de sonrisas, de voces, de abrazos, de retos, de recuerdos, también.
Que me debato entre buscar, aunque sea, piezas sueltas de ese rompecabezas o aceptar que la pérdida es permanente, se deduce.
Que vivo en la contradicción entre el amor y los reproches, quedándome cada vez más en el amor, porque entiendo que siempre los hijos podrán reprochar decisiones de sus padres, aunque el costo de éstas sea, en algunos casos, demasiado alto, se me nota.
Que me duele recordar el pasado a diario por su dimensión histórica y sus manipulaciones, pero más me duele no recordarlos a ellos, es real.

Hay veces que uno escapa del pasado y sus fantasmas.
Hay veces que el pasado no son fantasmas que te persiguen, sino personas reales que te buscan.
Hay veces que por más que busquen, si uno no quiere ser encontrado, aún teniéndote enfrente, no dejás que lleguen a vos.
Hay veces que, si vuelven, si insisten, que si lo que sienten que tienen para darte es mayor que tu propia convicción de vivir en la sombra, hay veces que a fuerza de insistencia y bien sembrada curiosidad, nos dejamos encontrar.

Celebro esas veces, porque me buscó, me encontró, me escondí, me insistió y dejé que llegue a mí. 
Y con él un pedazo de ese rompecabezas:

Apenas una historia de lejanos días compartidos.
Apenas unos nombres de gente que los vio, los escuchó, los tocó.
Apenas los recuerdos de otros.
Apenas una foto de un viejo libro que está lejos.
Apenas y tanto.
Apenas unas palabras escritas para ellos que me traen una parte de mi padre que no conocía, que nadie me contó. 
Hasta ahora.
Ahora conozco su letra.
Ahora me sorprende su alegría.
Y sólo con ella, me quedo.
Por ahora.
Gracias Santiago. De corazón.