sábado, 21 de enero de 2012

Del pasado hasta mí

Que me faltan páginas en mi historia, ya lo dije. 
Que hay vacíos de sonrisas, de voces, de abrazos, de retos, de recuerdos, también.
Que me debato entre buscar, aunque sea, piezas sueltas de ese rompecabezas o aceptar que la pérdida es permanente, se deduce.
Que vivo en la contradicción entre el amor y los reproches, quedándome cada vez más en el amor, porque entiendo que siempre los hijos podrán reprochar decisiones de sus padres, aunque el costo de éstas sea, en algunos casos, demasiado alto, se me nota.
Que me duele recordar el pasado a diario por su dimensión histórica y sus manipulaciones, pero más me duele no recordarlos a ellos, es real.

Hay veces que uno escapa del pasado y sus fantasmas.
Hay veces que el pasado no son fantasmas que te persiguen, sino personas reales que te buscan.
Hay veces que por más que busquen, si uno no quiere ser encontrado, aún teniéndote enfrente, no dejás que lleguen a vos.
Hay veces que, si vuelven, si insisten, que si lo que sienten que tienen para darte es mayor que tu propia convicción de vivir en la sombra, hay veces que a fuerza de insistencia y bien sembrada curiosidad, nos dejamos encontrar.

Celebro esas veces, porque me buscó, me encontró, me escondí, me insistió y dejé que llegue a mí. 
Y con él un pedazo de ese rompecabezas:

Apenas una historia de lejanos días compartidos.
Apenas unos nombres de gente que los vio, los escuchó, los tocó.
Apenas los recuerdos de otros.
Apenas una foto de un viejo libro que está lejos.
Apenas y tanto.
Apenas unas palabras escritas para ellos que me traen una parte de mi padre que no conocía, que nadie me contó. 
Hasta ahora.
Ahora conozco su letra.
Ahora me sorprende su alegría.
Y sólo con ella, me quedo.
Por ahora.
Gracias Santiago. De corazón.